miércoles, 6 de enero de 2010

El viaje de los magos

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Justo la peor época del año
Para un viaje, y un viaje tan largo:
Los caminos hundidos y el tiempo cortante,
Lo más muerto del invierno.”
Y los camellos molestos, doloridos, testarudos,
Tumbándose en la nieve que se fundía.
Hubo momentos en que echábamos de menos
Los palacios de verano en laderas, las terrazas,
Y las muchachas en sedas trayendo sorbete.
Luego los camelleros que maldecían y gruñían
Y se largaban, y querían su bebida y mujeres,
Y las hogueras nocturnas que se apagaban, y la falta de albergues,
Y las ciudades sucias y los pueblos hostiles,
Y las aldeas sucias que cobraban precios altos:
Nos fue duro.
Al final preferimos viajar toda la noche,
Durmiendo a ratos,
Con las voces cantándonos en los oídos, diciendo
Que esto era todo una locura.

Entonces al alba llegamos a un valle templado,
Húmedo, bajo la línea de nieve, que olía a vegetación;
Con un arroyo que corría y un molino batiendo la oscuridad,
Y tres árboles en el cielo bajo,
Y un viejo caballo blanco se alejó al galope en un prado.
Entonces llegamos a una taberna con vides en el umbral,
Seis manos en la puerta abierta buscando piezas de plata,
Y pies pateando los odres vacíos.
Pero no había información, así que continuamos
Y llegamos por la noche, encontrando el lugar
Ni un instante demasiado pronto; fue (podéis decir) satisfactorio.

Todo esto fue hace mucho tiempo, recuerdo,
Y lo haría otra vez, pero escribid
Esto escribid
Esto: ¿fuimos llevados tan lejos para
Nacimiento o Muerte? Hubo un Nacimiento, ciertamente,
Teníamos evidencia y ninguna duda. Yo había visto nacimiento y muerte,
Pero había creído que eran diferentes: este Nacimiento fue
Una agonía dura y amarga para nosotros, como la Muerte, nuestra muerte.
Regresamos a nuestros lugares, estos Reinos,
Pero ya no estábamos a gusto aquí, en la antigua ley,
Con un pueblo ajeno aferrándose a sus dioses.
Me alegraría otra muerte.

Por T.S Elliot.


lunes, 4 de enero de 2010

La vida que yo veo

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La vida que yo veo
anhela los extremos confines,
el Desierto, la Selva, y nada más.

Veo que Setiembre,
el de los Rojos Helechales,
deplora su materia;
que hubiera preferido ser
sólo Nieve, Inmensidad y Lobos.


Veo que el Sol
sueña con la pura Luz,
y que la Noche
añora los tiempos primordiales
cuando todo era noche.


Miro también a mi corazón,
y descubro que sus deseos
se resumen, desgraciadamente,
en dos palabras:
la palabra Siempre,
la palabra Nunca.


Por Bernardo Atxaga